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Museo Nacional del Cabildo de Buenos Aires y de la Revolución de Mayo

24 de marzo: Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia

El llamado "Siluetazo" fue una intervención artística realizada entre el 21 y el 22 de septiembre de 1983, por iniciativa de un grupo de artistas, grupos estudiantiles y agrupaciones juveniles con el apoyo de los organismos de Derechos Humanos.

Entre el 21 y el 22 de septiembre de 1983 se llevó a cabo la Tercera Marcha de la Resistencia convocada por las Madres de la Plaza de Mayo y otros organismos de Derechos Humanos, y en la que se desarrolló el llamado “Siluetazo”, el primero de los tres que se realizaron.

Foto: CeDIAP

Foto: CeDIAP

En la fotografía se pueden ver en las paredes de la recova del Cabildo varias siluetas pegatineadas, y un graffiti. Entre las siluetas anónimas negras, hechas con plantillas, una de las siluetas es distinguible: se puede leer el nombre de María Rosa Tolosa Penela, la fecha de su secuestro -febrero de 1977-, y aparece identificada como estudiante de arquitectura, precisamente el mismo día del estudiante, el 21 de septiembre. María Rosa tenía 24 años en 1977 y era militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), al igual que su pareja, Juan Enrique Reggiardo, también detenido-desaparecido, y estaba embarazada de mellizos. En 1993, gracias a la búsqueda de las Abuelas, sus hijos recuperaron su identidad tras ser apropiados. Que la silueta haya sido colocada en el relieve de la columna del Cabildo, pareciera indicar el embarazo de María Rosa.

                    

                                                                                                                                                                                                

En el graffiti se lee, también con letras rojas, porque la letra color sangre entra: “Yo tengo tantos hermanos. A.Y.”, en una cita a la canción “Hermanos” interpretada por Atahualpa Yupanqui. Quien dejó estampado este verso en las paredes del Cabildo, histórico lienzo abierto para las manifestaciones, seguramente pensaba no sólo en el estribillo “Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar”, sino también en la estrofa que reza “Y así, seguimos andando, curtidos de soleda. Y en nosotros nuestros muertos, pa’ que nadie quede atrás”. Un año antes, en 1982, comenzaba ya a difundirse la cifra de los 30.000 detenidos-desaparecidos.

La idea que impulsaba las marchas de la resistencia desde 1981 era tomar la Plaza de Mayo por 24 horas, para ocupar, disputar y reapropiarse del espacio público, a través de una consigna. La de la tercera marcha fue “Aparición con vida”, como se puede leer en la silueta de María Rosa. Las Madres convocaban al pueblo a la Plaza para demandar saber qué había pasado.

El “Siluetazo” fue una experiencia estética y política promovida por Rodolfo Aguerreberry, Julio Flores y Guillermo Kexel. Según relata Ana Longoni, en su investigación sobre este suceso, estos tres artistas impulsaron la propuesta de lo que inicialmente llamaron “Silueteada”, y hoy es recordada como “Siluetazo”, porque en algún momento pasó a inscribirse en genealogía de la saga de protestas argentinas con el sufijo -azos.

A través de la confección de siluetas buscaban arribar a la dimensión cuantitativa de la desaparición de personas, con el objetivo inicial de fabricar 30 mil siluetas a escala real, que reprodujeran y materializaran la suma de esos treinta mil cuerpos violentamente arrancados de la sociedad.

El disparador de esta idea fue una obra del artista polaco Jerzy Skapski reproducida en la revista El Correo de la UNESCO de octubre de 1978. Consiste en un afiche con veinticuatro hileras de diminutas siluetas seguidas por un texto: “Cada día en Auschwitz morían 2370 personas, justo el número de figuras que aquí se reproducen. El campo de concentración de Auschwitz funcionó durante 1688 días, y ese es exactamente el número de ejemplares que se han impreso de este cartel. En total perecieron en el campo unos cuatro millones de seres humanos”.

Los artistas tenían el objetivo de que este hecho gráfico “golpee por su magnitud física y por lo inusual de su realización”, y “de a conocer a la opinión pública a través de los medios masivos la denuncia de la existencia de 30 mil desaparecidos”: la magnitud de la tragedia. Pusieron a disposición de los organismos de Derechos Humanos una idea para que fuera apropiada por la multitud que asistiera a la Marcha en un contexto en el que este movimiento social estaba liderando la resistencia a la dictadura. Una vez disuelta la movilización, y con las siluetas pegadas en la calle, los desaparecidos tendrían presencia pública “tanto tiempo como el que tarde la dictadura en hacerlos desaparecer nuevamente”.

La iniciativa fue aceptada y reformulada por las Madres y concretada por la movilización que se apropió rápidamente del procedimiento y lo transformó en los hechos. “En un principio el proyecto contemplaba la personalización de cada una de las siluetas, con detalles de vestimenta, características físicas, sexo y edad, incluso con técnicas de collage, color y retrato”, comentan los artistas en el libro compilado por Longoni. Se preveía realizar una silueta por cada uno de los desaparecidos. Las Madres señalaron entonces el inconveniente de que las listas disponibles de las víctimas de la represión estaban muy incompletas, por lo que el grupo realizador resolvió que las siluetas fueran todas idénticas y sin inscripción alguna. Los artistas llevaron a la plaza “innumerables rollos de papel madera, toda clase de pinturas y aerosoles, pinceles y rodillos” y unas 1500 siluetas ya hechas. También plantillas para generar una imagen uniforme. Como las plantillas no fueron suficientes, en el entorno de la Plaza se comienzan a dibujar contornos de los manifestantes. Se formaron filas para ser modelos de siluetas. Así, la Plaza se convirtió en un improvisado taller de producción de siluetas, desde la tarde del 21 hasta pasada la medianoche. Fueron las Abuelas las que señalaron que también debían estar representados niños y mujeres embarazadas.

                                                      

Foto: Eduardo Gil

A pesar de la decisión de que las siluetas no tuvieran marca identificatoria, espontáneamente la gente les escribió el nombre de su desaparecido y la fecha de su desaparición, o las cubrió de consignas, como en el caso de María Rosa. Y mientras la Plaza fue un taller, hubo demandas concretas de personas que querían que su desaparecido fuera representado por algún rasgo en particular. Los asistentes recuerdan a una persona en particular, “el loco de los corazones”, que pasaba y les pegaba un pequeño corazón rojo a las siluetas. Se dice que Charly García se inspiró en esta acción para diseñar la tapa de su álbum “Clics modernos”, que salió unos meses después.

El jueves 22 concluyó la ronda de las Madres con una marcha hacia el Congreso. Las fuerzas represivas no estaban preparadas para reprimir un hecho creativo y estético y se decidieron por custodiar las paredes. Para marchar, se levantaron todas las siluetas que no habían sido pegadas y muchos las usaron como ponchos enhebrándoselas por la cabeza para la marcha. Otras se fueron pegando a pesar de los policías, que en algunos casos recibían un brochazo por no apartarse y liberar las paredes, según cuentan los artistas.

Foto: Eduardo Gil

Hubo muchas lecturas del suceso. La investigadora Ana Longoni postula que el “Siluetazo” fue “uno de esos momentos excepcionales de la historia en que una iniciativa artística coincide con una demanda de los movimientos sociales, y toma cuerpo por el impulso de una multitud. Implicó la participación, en un improvisado e inmenso taller al aire libre que duró hasta la medianoche, de cientos de manifestantes que pintaron y pusieron su cuerpo para bosquejar las siluetas, y luego las pegaron sobre paredes, monumentos y árboles, a pesar del amenazante operativo policial”. Y agrega que “la acción de poner el cuerpo porta una ambigüedad intrínseca: ocupar el lugar del ausente es aceptar que cualquiera de los allí presentes podría haber desaparecido, correr esa incierta y siniestra suerte”.

Por su parte, el crítico de arte Santiago García Navarro sostiene que “con la producción de siluetas se restituyó el sujeto al cuerpo, aunque fuese otro sujeto, porque en verdad se trataba de un sujeto más amplio, cohesionado y múltiple a la vez: el de la multitud congregada para acompañar la III Marcha de la Resistencia convocada por las Madres”. Y apunta que “la conformación de este cuerpo colectivo, pasado y presente, es otro rasgo firme de la continuidad de las luchas”.

El historiador del arte Roberto Amigo señala que el "Siluetazo" fue un “intento de recomponer una territorialidad social” desgarrada, en el centro cívico de la ciudad, a través de la solidaridad. Las siluetas “hicieron presente la ausencia de los cuerpos en una puesta escenográfica del terror del Estado”.

Por último, el crítico Gustavo Buntinx considera que las siluetas ratificaban la esperanza de vida que alentaban las Madres con la consigna de la Marcha, “Aparición con Vida”. Entonces, no se trató de “la mera ilustración artística de una consigna sino su realización viva”. Se llevó así la vida al arte, y el arte a la vida.

Foto: Eduardo Gil

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Bibliografía y fuentes de consulta:

-Longoni, Ana y Bruzzone, Gustavo A. (compiladores). El Siluetazo. Buenos Aires, 2008. Adriana Hidalgo Editora.

-https://studylib.es/doc/7599916/el-siluetazo---comisi%C3%B3n-provincial-por-la-memoria

-http://archivosenuso.org/ddhh-estrategia-creativa/siluetas

-http://www.eduardogil.com/siluetazo.html

-http://www.desaparecidos.org/arg/victimas/r/reggiardo/

-http://www.arqueologiaausencia.com.ar/portfolio/166/

-http://www.vivodito.org.ar/